UNA REFLEXIÓN SOBRE LA IRA Y LA TRISTEZA

 A veces, a lo largo de la vida se va acumulando rabia y, cuando llega una crisis

personal, los difíciles cambios que hay que asumir suelen debilitarnos física y
psicológicamente, lo cual hace que la capacidad para reprimir el exceso de ira
empeore significativamente y nos haga estar de manera continua en un estado
de bastante mal humor.
La ira es relativamente fácil de percibir, pero pocas personas saben gestionarla
adecuadamente. Cada día hay muchas personas víctimas de explosiones de
rabia fuera de control. Si esas personas aprendieran a liberarse de ella en un
entorno seguro, evitarían graves complicaciones en sus vidas y en la de
aquellos que les rodean.
La violencia (ya sea física o psicológica -a través del desprecio, el sarcasmo, la
huida,…-) suele indicar que hay rabia desatada que necesita dominarse.
Una vez que el cuerpo físico dispone de suficiente vitalidad, el siguiente
obstáculo hacia la riqueza interior está en la correcta gestión de las emociones
desagradables. Cuando esas emociones se han reprimido durante mucho
tiempo, se convierten en un veneno que intoxica nuestro cuerpo y perjudica
gravemente nuestra percepción de las cosas.
Verás que no me gusta hablar de emociones negativas o positivas. Tendemos
a rechazar todo lo negativo y te aseguro que rechazar cualquier emoción es un
grave error. Prefiero hablar de emociones agradables y capacitadoras y
emociones desagradables o limitadoras.
Suele creerse que las emociones desagradables son como un gran depósito
que debe vaciarse o como una sustancia que tiene que eliminarse de nuestro
interior. Pero esa creencia contiene un doble error. En primer lugar, centrarse
en “eliminar” o “destruir” una parte de nosotros, aunque sea algo que
aparentemente solo nos trae dolor, como la rabia, la tristeza, el miedo, la culpa,
etc., tan solo genera una negatividad que retroalimenta esa emoción. Por otro
lado, el problema no está en nuestras emociones desagradables en sí, sino en
nuestra incapacidad para saber gestionarlas adecuadamente. Por tanto, no se
trata de eliminarlas, sino de dominarlas.
Ten en cuenta que nuestras emociones desagradables tienen una razón de
ser. Por ejemplo, la rabia es una emoción que te ayuda a ponerte en contacto
con tu propia fuerza personal, y la tristeza estimula tu parte sensible y tu
capacidad para amar.

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